
El miedo a estar solos es perfectamente racional y normal, hasta cierto punto. La conocida psicoanalista Frieda Fromm-Reichmann llegó a decir que el miedo a la soledad es la principal ansiedad básica del ser humano.
Como con cualquier otro sentimiento, hay una escala de grados que delimitan qué es más o menos normal. En ocasiones, puede confundirse o llegar a convertirse en una patología, como es el caso de la autofobia.
Si crees que puedes estar cayendo en este problema o si a veces la soledad se te hace demasiado exagerada, te queremos dar una serie de consejos que te ayudarán a superar este temor.
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Lo primero de todo es remarcar que la soledad puede ocasionar problemas psicológicos o acrecentar los existentes. Sin embargo, una persona mentalmente sana también puede sentir pánico ante esta situación.
Lo queramos o no, somos animales sociales, y esa actitud está inscrita en nuestro ADN. Por lo tanto, cabe la posibilidad de que afecte a nuestro comportamiento, donde las causas de la soledad pueden ser múltiples. En cualquier caso, es algo con lo que tarde o temprano tenemos que aprender a lidiar.
Para sobrellevarlo, te mostramos una serie de consejos que te ayudarán a saber llevar mejor los períodos de soledad y a aceptarte más en ellos. Así, conseguirás que el sufrimiento que te produzcan sea mucho menor.
1. Considérate lo más importante
En épocas de soledad, es común agarrarse a un clavo ardiendo. Y en múltiples casos, aceptamos compañías que no nos convienen ni que nos ayudan a sentirnos mejor, al contrario. Este es un error típico en el que hay que evitar caer.
Si empiezas a frecuentar con gente que tampoco te cae especialmente bien, dejas de darte la importancia que mereces. Y esto redunda, precisamente, en problemas personales contigo mismo. Por lo tanto, no hay que tratar de curar la soledad a la mínima oportunidad. Hay que entenderla y combatirla.
2. Bucea dentro de ese miedo
No es raro que ese rechazo frontal a estar solo pase a convertirse, prácticamente, en una obsesión, en algo irracional. Ocasionalmente, cuando dejas libres tus miedos, estos se convierten en verdaderos pánicos. Y más todavía ante uno tan sensible y complicado de gestionar.
Por eso, tienes que bucear y hacer introspección para entender las causas y los condicionantes. No todo el mundo teme ese aislamiento por los mismos motivos. De hecho, muchas veces uno siente que no tiene a nadie cuando realmente sí puede contar con otras personas.
Piensa que entran varios mecanismos en juego. La pertenencia a un grupo, el soporte emocional que puede suponer tener gente cercana o la necesidad de comunicación real incentivan la necesidad de relacionarse con otras personas.
Sin embargo, en algunas situaciones lo único que sucede es que esa relación no es satisfactoria. En otros casos, se debe a que hay algo inexplicable que no se puede comunicar correctamente.
Frieda Fromm-Reichmann hacía referencia a que hay pacientes que se sienten solos (aunque no lo estén) sencillamente porque se sienten incapaces de comunicar y de explicar el trauma que han sufrido y que les sigue oprimiendo.
Así pues, analiza tus sentimientos y tu entorno para ver si ambos se corresponden o si se trata de un problema más profundo y menos visible.
3. Olvida o enfréntate al pasado

Con frecuencia, la soledad está condicionada por vivencias previas. Tal vez la desconfianza te ha llevado a una etapa de aislamiento o la depresión ha jugado un papel clave para que te apeteciese menos ver a tu entorno y salir de casa.
Quizás la vergüenza, el sentimiento de traición o muchos otros permanecen todavía en ti y te mantienen aislado y sin contacto con el exterior. El pasado muchas veces es un condicionante y afecta y produce ese aislamiento que te encierra.
En ocasiones, se trata de algo más psicológico que real, relacionado con traumas que no has superado o con culpas que te estés arrojando y que quizás ya no te pertenezcan. Por lo tanto, es importante tratar de superar ese pasado traumático.
Esto puedes hacerlo a través de terapia o reconciliándote con tus fantasmas, con aquellas cosas que te daban miedo y enfrentándote directamente a lo que has vivido, mirándolo de frente.
4. Entiende que no tiene por qué ser negativo
La sociedad actual vende la idea de que socializar tiene que ser un pilar en nuestras vidas. Y generalmente, es una experiencia muy agradable, pero no es la única, ni siempre es algo necesario.
La soledad tiene el estigma de ser algo horrible que hay que evitar a cualquier costa. Este prejuicio tienes que desarmarlo y darte cuenta poco a poco de que no sucede nada malo por estar solo o por tener una etapa en la que no estés con tanta gente.
Puede ser sano para ti y servirte para conocerte más. Aprovecha para hacer actividades que siempre has querido realizar, por ejemplo. Tómatelo como una oportunidad para mejorar.
5. Aprende a valorarte
La aprobación social es fundamental para nuestra autoestima. Si te sientes solo, es probable que empiecen a aparecer nuevas inseguridades. No obstante, no por ello esta etapa debe ser una excusa para dejar de quererte.
Valorarse es siempre importante, con independencia de en qué fase te encuentres.
En definitiva, la soledad es un sentimiento humano perfectamente identificable y estudiado. Puede ser doloroso, pero es algo con lo que hay que aprender a convivir. Por lo tanto, acostúmbrate y busca aquello que te puede aportar.
Por otro lado, trata de ser objetivo y de analizar adecuadamente tu entorno para saber si quizás se trata más de un miedo irracional. En este último caso, la ayuda psicológica te resultará especialmente útil.
Recuerda siempre que el miedo a estar solos es algo tremendamente humano. Así que no produzcas un estigma y que no te anule en tu día a día.
Bibliografía:
- Fromm-Reichmann, F. (1959), “Loneliness”
- Víctor Hernández Espinosa y Carme García Gomila “Agarrarse al trauma para evitar el dolor al desamparo”
- Long, C. R. y Averill, J. R. (2003). Solitude: An Exploration of the Benefits of Being Alone. Journal for the Theory of Social Behaviour