Compararse con los demás es, en cierta medida, natural. Vemos cómo los demás viven su vida, tratamos de relacionar esto con la nuestra, y percibimos semejanzas y disparidades. Hasta aquí no tendría por qué suponer un problema. Pero cuando comenzamos a ver en los demás aquello que ansiamos y olvidamos lo positivo que tenemos nosotros, nuestra salud mental puede verse gravemente comprometida.
Compararse con los demás: el porqué
Comencemos por el principio: ¿por qué nos comparamos con el resto? El psicólogo Leon Festinger investigó hace décadas el porqué de la comparación social, y llegó a la conclusión de que son dos los motivos que nos empujan a ella.
En primer lugar, reducimos la incertidumbre que podemos tener sobre algunas áreas de nuestra vida. Por ejemplo, ¿es normal esto que nos pasa o esto que sentimos? ¿Estamos dando los pasos correctos? ¿Nos estamos desviando del camino?
Por otra parte, señaló que nos ayuda a definirnos como persona. Esto se debe a que para construir nuestra personalidad e identidad necesitamos ponernos en relación con otras personas.
Pero hay más: normalmente, tendemos a hacer estas comparaciones con aquellos a los que admiramos. Hoy en día, las redes sociales hacen que esto sea mucho más fácil que nunca. Vemos a todos esos influencers viviendo la supuesta vida que nosotros ansiamos, y nos sentimos aún más descontentos con la nuestra.
El daño a nuestra autoestima y salud mental
La forma que tenemos de compararnos puede llegar a dañar gravemente nuestra autoestima y, con ella, nuestra salud mental. Porque escogemos aquello que consideramos un defecto y lo enfrentamos a las virtudes aparentes de otras personas. De esta manera, engrandecemos nuestras inseguridades.
La comparación era, para Theodore Roosevelt, «la ladrona de la alegría». Porque nos empuja a volvernos competitivos, envidiosos y, sobre todo, a sentirnos a disgusto con nosotros mismos. Numerosas investigaciones basadas en las ideas de L. Festinger llegaron a la conclusión de que estas actitudes pueden degenerar en problemas graves.
Un ejemplo claro de ello es el auge de los trastornos de la conducta alimentaria en los años 2000, cuando el canon estético era la delgadez. Las adolescentes buscaban imitar lo normativo, contrastando su cuerpo con el de las modelos, y acababan padeciendo trastornos alimentarios graves.
Cómo dejar de compararme: 4 claves
La pregunta fundamental es: ¿cómo dejar de compararme? No es un proceso sencillo, puede conllevar mucho tiempo y ser complejo. No obstante, merecerá la pena a largo plazo, puesto que te hará sentir mucho mejor contigo mismo.
1. Sé consciente de que te comparas
El primer paso es ver el problema. Ser consciente de que te comparas con los demás. Puede parecer algo sencillo de reconocer, pero no siempre lo es. Quizás lo haces inconscientemente. Si te descubres pensando cosas como «esta persona es mejor que yo por estos motivos», o «no sé por qué no puedo tener yo lo que tiene ella», detén tu cerebro en ese momento.
Debes estar atento a tus pensamientos, a tus sentimientos. Conocerte a ti mismo y hacer un poco de introspección. En ocasiones, es mucho más difícil adentrarnos en nosotros mismos que examinar a los demás. Prueba a escribir todos los días lo que sientes, o lo que te provoca lo que estás viviendo. Luego podrás leerlo y analizarlo detenidamente, para comprenderte un poco mejor cada día.
2. ¡Cuidado con las redes sociales y las vidas idílicas!
Las redes sociales son, por desgracia, un espejo en el que reflejarnos, y no siempre de la mejor manera. Vemos cómo los demás llevan vidas maravillosas, mientras que nosotros nos sumimos en una rutina de trabajo y quehaceres. En este punto, hay algo que no debes olvidar: las redes mienten.
Los demás están publicando aquello que quieren que veas, no la realidad. Sus días también tienen altos y bajos, también pasan miedo, también tienen dolor de cabeza de vez en cuando. Sus cuerpos no son perfectos, tienen los ángulos estudiados. ¡No te compares con algo que no existe!
3. Evita situaciones que pongan en peligro tu salud mental
Es fundamental aprender a cuidarse a uno mismo. Y parte de ese cuidado es también no exponerse a situaciones que pueden conllevar consecuencias negativas. Si consideras que una persona te daña porque contrasta vuestras vidas para hacerte sentir menos, déjala.
En este sentido, es interesante la teoría del espejo de Jacques Lacan. Este explica que el ser humano tiende a ver reflejado en los demás aquello que no le gusta de sí mismo. Puede que quien esté haciéndote esas comparaciones esté reflejando sus inseguridades y sus miedos en ti. No dejes que esto te afecte y, si sientes que lo hace, apártala de tu vida.
4. Quiérete
Nathaniel Branden, un psicoterapeuta canadiense, define la autoestima como «la experiencia fundamental de que podemos llevar una vida significativa y cumplir sus exigencias».
En otras palabras, saber que somos capaces de hacer aquello que nos permitirá alcanzar nuestros objetivos. Ser conscientes de nuestras habilidades, valorar todo aquello que somos. Implica confianza. Sin autoestima, cualquier comparación puede acabar haciéndonos daño.
Compararse con los demás puede parecer inevitable en muchas ocasiones, pero es cuestión de trabajo personal. Todos podemos tener una gran autoestima si trabajamos en ella, si cuidamos de nosotros.
Debemos mirarnos con los ojos de alguien que nos quiera mucho, aceptarnos y valorarnos por lo que realmente somos y tenemos. No es malo aspirar a más, pero sí es malo hacerlo si esto daña nuestra salud mental.